Xavier Sabata en el Ciclo de Lied: babel de canciones

Xavier Sabata
Xavier Sabata

Ha sido verdaderamente ambicioso el recital del contratenor Xavier Sabata debutando en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela junto a la joven pianista francesa Anne Le Bozec. Hasta seis lenguajes diferentes (italiano, francés, occitano, griego, castellano y catalán) se han dado cita en un viaje musical en el que el elemento folclórico y popular ha sido el hilo conductor.

Un ecléctico y muy variado recital de canciones debidas a autores de diferentes latitudes, épocas y estilos como Perucchini, Séverac, Jatzidakis, Mompou y Berio que han encajado sobremanera en los moldes de una voz, la de Sabata, con la técnica propia de las de su cuerda, con la consabida emisión afalsetada y su registro de cabeza, y que, al margen de su hábitat natural, el repertorio barroco, ha evidenciado la idoneidad de su tesitura en este otro tipo de manifestaciones y estilísticas canoras, que se han visto revestidas de nuevos prismas y ropajes expresivos. Y es que la cuidada selección de este magnífico programa de lied, con no pocas rarezas para lo que suele ser habitual, ha servido más para potenciar la expresión que para la mera exhibición de piruetas vocales tan usualmente asociada a los contratenores, entre los que hoy en día el todoterreno Xavier Sabata ocupa un bien merecido puesto en el ránking internacional al lado del star systemde los Fagioli, Jaroussky, Cencic o Mehta, por citar sólo a algunos de los tantísimos excelsos.

En esa línea, el repertorio elegido ha permitido comprobar la morbidez del instrumento y la riqueza de su extensión, que se movió en su mayor parte en registros medios con alguna que otra exigencia de índole dramática, como ocasionales ascensos al agudo, donde la voz perdía algo de homogeneidad, o descendiendo a graves muy bien apoyados. De entrada, asistimos a tres canciones o ariettedel compositor romántico Giovanni Battista Perucchini (“Una rosa, o Licori”, “Se tu mi nieghi amor” y “Vieni, t’appressa all’urna”) en las que la delicadeza y el encanto melódico son la nota dominante, y que sirvieron al barcelonés para poner de manifiesto cualidades interpretativas que marcaron todo el recital, como la mesurada afectación, el refinamiento y un fraseo exquisito.

Tras la primera toma de contacto italiana, llegó la evanescencia francesa de raíz debussyana del compositor Déodat de Séverac, con cinco de sus canciones de las que tuvimos la oportunidad de escuchar una en su versión original en lengua occitana, “Canson pel cabalet”, cuya arcaizante fonética recuerda poderosamente a la del catalán, y en la que fue determinante el acompañamiento de Le Bozec para recrear ese clima de leyenda romántica tan cercano al “Erlkönig” de Schubert, y que Sabata revistió de un gran pathosdramático. Frente a las demás canciones que abordan temas amorosos y nostálgicos (“Philis”, “Paysage tristes”) contrastó el tono pueril de “Ma Poupée chérie”, dechado de dulce infantilidad en la voz del contratenor.

Es bastante infrecuente escuchar la música de un compositor griego en una velada liederística como ésta, pero cantante y pianista han querido descubrir a una gran parte del público madrileño el hondo sesgo popular de Manos Jatzidakis en su ciclo C.N.S., op. 8, de 1954, cuya plasmación concreta y concisa de ambientes emocionales conecta con el fuerte compromiso de este interesante autor con la composición cinematográfica.

Sin movernos del siglo XX, la música de Frederic Mompou fue la gran protagonista de la segunda parte del recital, que comenzó con la entonación a capella de El viaje definitivo, breve melodía sobre el poema de Juan Ramón Jiménez (“Y yo me iré”). Si la música de Séverac nos remitía a Debussy, no lo hace menos el famoso ciclo Combat del somnide Mompou, en el que a través de sus cinco canciones la elocuencia de las modulaciones en todo el espectro vocal del contratenor se integraron plásticamente en un discurso general dominado por la atmósfera íntima y ambigua del piano, creándose el soñado ambiente de introspección de esta música austera y melancólica. A la hora de alcanzar esa comunión interpretativa, Anne Le Bozec resultó ser una acompañante de grandísima altura y madurez interpretativa. En las dos partes del programa la francesa brindó al respetable sendas miniaturas a solo que por su detallismo fueron recibidas con gran entusiasmo: Canción de Manuel de Falla, una delicada página de 1900 en la que se insinúa levemente el folclore, y la intemporal “Angelico”, que abre la Música callada del propio Mompou.

Cerraban el recital las deliciosas 4 Canzoni popolari de Luciano Berio, que volvían a recuperar la tónica y el carácter inicial de las de Perucchini, aunque en este caso el lenguaje más comprometido de la modernidad se asocia en natural connivencia con el sustrato popular. “Ballo”, con su insistente diseño rítmico, corona el ciclo, que arrancó la ovación de un público al que Sabata, apoyándose en la partitura de su compañera, obsequió con una nueva canción de Jatzidakis, quizá el autor que resultó más atrayente y un tanto exótico de todo este babel de canciones.

Germán García Tomás